28 de junio de 2007

Dualidad


Este es un mundo de pasillos infinitos donde sólo es posible orientarse gracias a algunas escuetas indicaciones. Deben estar hartos de que se estropeen porque han terminado por envolverlas en plástico transparente y soldarlas a las puertas y a las paredes con papel adhesivo. Aún así, a duras penas consigo saber a dónde voy.

Es también un mundo de extremos. De silencio a veces. De rumores que se arrastran discretamente por las esquinas siguiendo los rotundos ángulos de las paredes, por los suelos abrillantados y los techos artificiales y blancos. Otras veces el silencio muere a manos de voces urgidas por la necesidad o la prisa. Aquí hay ángeles y demonios. Seres de una paciencia inagotable que siempre encuentran una solución y otros envueltos en un hastío absoluto, tan rigurosamente diferentes que terminas por preguntarte cómo pueden formar parte del mismo mundo.

Aquí la realidad se impone de una forma tiránica, aprovechando la más mínima oportunidad para pasarte por las narices su propia e infinita suficiencia. Lo normal es ver expresiones perdidas, ojeras de días y andares cansinos en quienes vienen de fuera. Y gestos dominantes, concentrados y casi siempre indiferentes (sé que parece una contradicción) en quienes se ganan la vida dando la vida ... cuando pueden.

Eso es lo más extraño. Se diría que todo lo que ves es un ejército incontable de hormiguitas con uniformes blancos o verdes deambulando en busca de esto o aquello. Sólo cuando te acercas a algún ser desvalido y agónico percibes la verdadera razón de ser de esta trama confusa y jerarquizada hasta el extremo. La dualidad oculta en todas partes pero aquí bien presente para el que quiera ver.

Cuando sales a la calle te das cuenta de que nos pasamos la vida negando lo evidente, ocultando ridículamente la parte más inquietante de la existencia, que es, justamente, la inexistencia. La negación de todo. La nave del olvido. La tiniebla. Quiero pensar que "es" también la calma, la paz, la lluvia acogedora del tiempo que no pasa.

17 de junio de 2007

Vuelta a la "tranquilidad"


Mi coche tiene CD. Modelno que es uno. Pero el muy jodío siempre arranca con la Cope. Y esto que, entre que te acomodas y no, terminas por atender al discurso de estos muchachotes. Siempre terminas sonriendo, así que deben de ser simpáticos. Por más que a mi me gustaría escuchar a los obispos, con su propia voz, vaya, que mira que se las apañan bien para no salir nunca en la foto, eh?

Poquito antes de las elecciones les llamé. Ese día habían conseguido interesarme de verdad, porque uno de los contertulios parecía a punto de atravesar los lindes entre el mundo terrenal y el otro. Entiéndaseme, que me pareció que era cosa de urgencia. Casi estaba viendo al hombre, con las venas de la frente hinchadas como globos, y las del cuello, tu ... Pa mi que tenía una erección del puro cabreo.

Pos nada. Que llamé. Me contestó una tía muy seca:

- ¿Qué desea?

- Nada, mujer, que mira si tenéis un Tranquimazín o algo pal hombre que tenéis hablando ahí, que le va mal, en serio.

No sé qué me dijo del culo y colgó el teléfono como quien lanza una granada. Desde entonces me lo pienso mejor antes de ayudar.

Resulta que ayer me vuelvo a quedar con el dichoso programita. No encontraba no sé qué por la guantera, y busca por aquí busca por allá, y estos venga raja que te raja. Entonces me fijo que el tono de voz ha disminuido considerablemente. Hablan del fin de la tregua, claro. Que si los informes del servicio no sé qué del ejército, que si anuncios de un gran atentado. O varios. Nadie alza la voz. Parece que estuvieran hablando del tiempo. Y en esto que me fijo que no han dicho aún "cobardes", ni "asesinos", ni "sanguinarios", ni "execrable", ni "repugnante"...¿Ehhhhh?

Cuando espero que alguien recupere el vigoroso discurso de hace apenas unos días, me encuentro con un asombroso "Y ahora vamos a ver qué nos aconsejan en el Corte Inglés". Me he tomado la molestia de seguirlos escuchando en los días subsiguientes (es mucho, eh?) y creo que lo puedo confirmar.

¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ Será posible ???????????

¡ ¡ ¡ ¡ ¡ ¡ ¡ ¡ ¡ Se han quedado tranquilos ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! !

Hay que joderse.

8 de junio de 2007

Humilde

Apenas un tubo de zinc con la herrumbre campando ya a sus anchas una vez que el metal abandona el cobijo de la insignificante ventana. Barrotes de hierro pintados de negro, para impedir el paso de los amigos de lo ajeno. Difícilmente entrarían aquí. Es más, difícilmente prestarían siquiera atención. Son más bien barrotes contra el miedo. Absurdos barrotes, porque el miedo está dentro.

Y un geranio. Sencillo, acomodado y confortable. Creciendo hacia todas partes sin demasiados obstáculos. La maceta modesta, de plástico. Suerte que el color casi hace pensar en el barro.

Hay una luz extraña. El sol anda bajo aún y acaricia las paredes encaladas de enfrente, mandando luego un reflejo mortecino que no llega a ser blanco. Es curioso la cantidad de blancos que existen. Este debe tener un nombre especial. Quizás blanco-discreto. O blanco-secundario. Aunque también parece un blanco oscuro, lo cual es una contradicción. Menos para quien lo mire y lo "vea" así. Quizás es un blanco-negro.

Ahora recuerdo algo. En el fondo siempre he sido un cachondo. De pequeño, más. Una vez, mi madre que mando a la tienda "da Agustina" a por una bobina de hilo negro. Me enfurruñé, como siempre que interrumpía mis sueños, y pregunté:

- ¿Claro o oscuro?

Siempre he sido un cachondo.

2 de junio de 2007

Rioseco



Me encanta hacer fotos. Me he levantado temprano para que el sol marque las sombras como quiero. Subo hacia los montes huyendo del ajetreo urbano, dejo el coche en cualquier esquina y me interno en este "caborco" con intención de hacer la foto de mi vida. Hace frio. Hay un leve rocío encima de las hojas y las flores. Desciendo poco a poco entre amarillos violentos y violetas apacibles. Hago un par de disparos y sigo bajando con calma. Y enseguida las fotos empiezan a perder interés. Esto es fantástico.

Aún esquilmado en su mayor parte por los incendios que se repiten puntualmente cada dos años el pequeño valle revienta de colores y de sonidos. Los robles lucen una gama de verdes imposible de explicar. Desde lejos parecen enormes pompas de algodón.

Las "xestas" inundan los espacios más abiertos con sus diminutas flores amarillas. En medio crecen matas de espliego redondas y difusas con sus extrañas flores coronadas. Verde, amarillo, violeta, azul, ... Envidia me da quien pueda plasmar todo esto en una fotografía. Yo no soy capaz, así que me rindo a la sensación de poseer todo esto que no es ni será nunca de nadie.

Los saltamontes emiten un sonido amenazante, como de serpiente, sin dejarse ver. Corre una brisilla que obliga a cruzar los brazos sobre el pecho para combatir el frio. Me siento en una piedra blanca y seca, de esas que por aquí llamamos "xeixos" y dejo vagar la vista por la otra vertiente. Enormes copas verdes en torno al sendero antiguo de los pastores y sombras prolongadas hasta el infinito por el sol que se levanta cansinamente. Silencio de pájaros y arañas, de saltamontes y mosquitos, de culebras esquivas y ratones inquietos.

Vuelvo la cabeza después de oir ruido tras de mi y apenas llego a ver la cómica carrera de un conejo sorprendido por mi presencia. Luego una sombra cruza el suelo saltanto del amarillo al violeta y de ahí al verde. Un pequeño gavilán busca sustento. Sólo faltan las hadas.

Aquí no pasa nada. Sólo ocurre la vida. El viento transporta semillas y mensajes a algún lugar elegido al azar y el sol seca el leve rocío de la noche ascendiendo después a su trono inalcanzable. Mil vidas minúsculas recorren microscópicas veredas procurándose alimento sin que su frenética tarea parezca afectar a nada ni a nadie. Gorriones y mirlos atruenan el aire con un grito incansable y acaso imprescindible. Todo el espacio cautivo entre las dos vertientes tiembla con este ir y venir de preguntas y respuestas.

Cuando llegas crees estar solo y en silencio. De hecho esa sensación te invade de una manera clara, abrumadora. Sólo cuando te dejas vencer por los sentidos y el pensamiento se detiene lentamente, como una vieja locomotora, expulsando ansiedades y agonías como nubes de vapor blanco y efímero, te das cuenta de que no puedes estar más compañado. Y que el silencio aquí es un canto que no empieza nunca y no termina nunca.

Dejo vagar la vista, descendiendo la ladera por entre las matas de flores blancas y azules y rojas y violetas y negras. Abarco distancias infinitas en un viaje aéreo que ojalá pudiese ser real. Y al llegar al final asciendo por el lienzo de la otra vertiente, preñado de colores y sombras, luces y lejanías, hasta alcanzar la cima de los montes, redonda y mansa a veces, y otras aguda y brava. Y pienso en el largo de viaje de esas rocas que desde el magma incandescente de los abismos han ascendido hasta tocar el cielo. Hay cosas que no se pueden comprender.

A punto de abandonar el lugar, vuelvo la cabeza a uno y otro lado, intentando llevarme conmigo la sensación de plenitud que proporciona la vista. Me imagino como sería esto antes. Hace quizás mil años aquí no habría un sólo espacio donde el sol no tuviera que luchar para abrirse camino. Un mundo de castaños desproporcionados, robles invencibles y alcornoques de ramas caprichosas y robustas. Contemplo desde la lejanía a los que han logrado sobrevivir. Si tan pocos consiguen alimentar estas sensaciones, más vale no pensar en el bosque original. Por respeto.

Volveré. Eso espero.