22 de septiembre de 2009

Círculos


Hacerle una foto a alguien que hace una foto es como escribir una carta a alguien que escribe una carta.
Alimentar un círculo que quizás debería cerrarse para hallar una respuesta.
Quizás será por eso que no hallamos respuestas.
O puede que todo lo que hacemos sean preguntas.

9 de septiembre de 2009

Pro "acercanza"


Olía a gas de una forma rotunda y la mañana había comenzado mal. La leche se había desparramado sobre sus viejas huellas en la cocina de gas y eso había ocurrido poco después de que la cuchilla de afeitar hubiera invadido los subterráneos de la piel, provocando una pequeña hemorragia que solucionó con un papel de fumar. El mango de la cazuela le abrasó la mano mientras lo depositaba sobre lo primero que alcanzó confusamente la vista. Cuando se dio cuenta de que aquello no tenía la estabilidad suficiente, ya la leche humeante corría sobre el mármol envejecido de la encimera. ¡A la mierda!

Cerró la llave de paso y buscó en el bote de las galletas. No encontró más que algunos restos humedecidos por la promesa del invierno. Contra su costumbre, cerró la puerta de golpe y bajó las escaleras sin preocuparse de si las rodillas dolían como dolían, o el pasamanos había sido adecentado debidamente, o el hambre iba a morder hoy más que cualquier otro día.

Hacía frío en la calle, y nacían ruidos familiares de cada poro de la ciudad, de los coches en sus prisas absurdas, de la charla imparable de aquellos jóvenes con los pantalones inexplicablemente naufragados bajo las nalgas, y de las cadenas que envolvían las sillas y las mesas de las terrazas durante la noche y circulaban ahora como serpientes sobre las aristas metálicas. Mientras las recogía sobre el antebrazo desnudo, el camarero seguía con la mirada la insultante oscilación de las caderas de una hembra alta y bien vestida, callado y acaso rencoroso.

Se sentó en un banco de madera, frente a las balconadas, después de recoger el periódico que un tipo con sombrero introdujo violentamente en una papelera. Las palomas paseaban indolentes ante los restos de comida que habían dejado ayer los críos y los turistas, próximas y lejanas, certificando que la soledad acecha más que nunca entre la muchedumbre.

Entonces sintió el aleteo y un fugaz dolor en la piel, a la altura del muslo. Cesó cuando el animal estabilizó su posición sobre una de sus rodillas, girando el cuello como suelen hacer, continua y nerviosamente. Las madres miraban la simpática estampa de aquella curiosa pareja de especies diferentes y los chavalillos señalaban en su dirección, con los ojos muy abiertos. Quizás fue la caricia del sol lo que afianzó aquella súbita sensación de acercanza que acababa de alegrarle el día. La paloma se volvió entonces a mirarlo, sólo un instante, y después dibujó un vuelo breve en el aire de otoño. La miró largo rato mientras se alejaba por la acera, con pasitos cómicos y desasosegados, hasta que su silueta se confundió entre las de sus compañeras.

Las letras negras de los titulares del periódico anunciaban otro desastre. Fue entonces cuando descubrió que aún no había perdido la sonrisa. Como si hubiese hecho un gran descubrimiento, decidió que la tarea de ese día consistiría simplemente en conservarla. Abandonando el periódico, extrajo del bolsillo de la chaqueta una bolsita medio llena de semillas de girasol. Y se comíó una de cada cuatro que entregaba a los seres alados de las aceras.


Este texto será entregado en la web de Fernando Valls, siguiendo la invitaciónde M. (MGJuárez)para la recuperación del término "acercanza". Me trae ecos de mi propia lengua, pero aunque no fuera así, una batalla por una palabra es una dulce batalla.

3 de septiembre de 2009

La Leo


Planoles es un pueblín encajonado entre montañas altas y valles que serpentean siguiendo el curso de los ríos. En ese sentido se parece un poco a mi pueblo, sólo que allí los montes son mucho más altos, escarpados y más aprovechados forestalmente hablando. En Planoles, corriendo el mes de agosto, llueve un día sí y otro también, cosa que se agradece mucho si uno viene de una Barcelona difícilmente soportable por esas épocas. Y cuando llueve, llueve a base de bien, con generosidad y sin prisas. Fue uno de esos chaparrones el que ayer nos obligó a suspender el paseo a Planés y quedar en casa, disfrutando del paisaje y de la compañía de la noieta y su madre, la Leo, por mejor nombre Elionor, aunque su carnet de identidad rece Leonor en razón a las aberrantes prácticas administrativas franquistas.


Elionor habla un catalán fluído y enérgico que seguramente retrata bien su personalidad. Tiene una figurita casi endeble, pero en cuanto se habla con ella un instante uno se da cuenta de que eso sólo es una apariencia. En las inevitables refriegas que sin remedio han de producirse entre una madre y sus descendientes queda aún más claro que hay pocas maneras de rendir a la Leo, si es que hay alguna.


Hoy hemos decidido solventar el paseo suspendido ayer, y nos encaminamos por el camí de la Funelada en dirección a Planés, desafiando la previsible lluvia que ya anuncian un par de nubecillas aparentemente inocentes. En cuestión de horas habrán de convertirse en cúmulos negros con vocación de diluvio. Y lo sabemos, pero somos humanos. De vuelta a casa ocurre lo inevitable. Gruesos goterones empapan las ropas de algodón mientras alguien allá arriba pasea por los cielos enviando ecos que retumban entre los montes como pasos de gigante.


Alguien ha colocado con muy buen criterio una fuente en medio del camino del Ventador, que por más que haya sido ocupada por una carretilla, nos permite mal que bien cobijarnos del chaparrón. Hace apenas unos minutos que la Noieta ha hablado con la Leo, que pregunta donde cony estamos con el tiempo que hace. A punto de dar una explicación, un chasquido del otro lado indica que la conversación ha terminado. "¡¡Me ha colgado!!", anuncia la Noieta, provocando las risas que nos alimentan.


Un diluvio recorre el Ventador mientras nos encajamos como buenamente se puede entre los escasos huecos que deja la carretilla. En la obligada soledad del paraje y por entre la tupida cortina de agua asoma una figura menuda pertrechada con un recio paraguas, un anorak transparente, pantalón y zapatillas deportivas. Mientras nos preguntamos a dónde demonios irá este, o esta, con la que está cayendo, otro detalle se nos desvela. De la mano izquierda sobresalen los mangos pulidos y barnizados de tres paraguas.


- ¡¡ Va !!

Es una orden. Los paraguas aparecen ente nuestras asombradas narices como surgidos de la chistera de un prestidigitador. Apenas hemos tenido tiempo de tomarlos y ya la Leo nos da la espalda emprendiendo el camino de vuelta a través del torrente de agua que baja por el camino. Ni que decir tiene que no hay otra alternativa que seguirla sí o sí. Medio muertos de risa seguimos el rastro que va dejando bajo el aguacero mientras el agua se sube por los zapatos dejando claro quien manda.


Llegados a casa ya ha quedado claro, si es que aún quedaba alguna duda, qué tipo de mujer es esta Leo incontenible. Creo que se parece a muchas madres de otro tiempo que, acostumbradas a tareas heroicas, jamás han reclamado medallas ni reconocimiento. Se limitan a hacer lo que ha de hacerse. I prou. Sirvan estas letras para agradecer la abrumadora hospitalidad que se nos ha brindado. Gracias desde aquí a José Enrique por los paseos,el patxarán y los consejos, a Lourdes por las atenciones, las risas, los tomates, y la impagable simpatía. A la señora Elionor por la amabilidad, los cuidados, la ratafía y las cocas que nadie iba a comer. También por ese balcón glorioso y por todo aquello que no puedo recordar. I a la Noieta un petó penjat duna abraçada d'amic per a sempre. Se te quiere un montonazo, que lo sepas. Gracias también a Laura y Marta por soportarnos entre el calor insuperable de esa Barcelona a la que
siempre se ha de volver. Y por prestarme la cama, que no es poco. Moltes gracies.