14 de enero de 2012

Deriva mental



Hay algo de premonición en las hojas secas que llenan el suelo de juegos sin sentido. El aire parece un crío que juega a ser Dios con esos seres muertos y rígidos, exhaustos. Mirando al horizonte, uno diría que nunca ocurre nada que merezca la pena. Nadie miente a nadie, no hay niños sin escolarizar, la corrupción ha sido desterrada al inferno, y el infierno ha sido definitivamente prohibido. También el cielo.

El zumbido monótono de un motor que avanza corto de revoluciones sobre una autovía casi desierta. El rumor de la respiración dentro del habitáculo en silencio. Las volutas de humo que danzan en el aire caprichosamente. El siseo sibilino y callado de la calefacción. Hace un frío de muerte. El frío es la verdadera y absoluta miseria. Toda la vida debería reunirse en torno al trópico, pero somos ya miles y miles y miles. De millones. De almas, dicen. Entre las cuales hay seres que no la tienen pero se han hecho un lugar en la cima de la pirámide. La voz de los sin alma que gobiernan las almas. Hace un frío de muerte.

La verdadera libertad es la ausencia total de pensamiento. La reflexión tiene aristas duras y afiladas. Cuanta más sinceridad en la propia conciencia, más hondas las heridas. Los recuerdos vagan por el vehículo, cambiando de asiento de vez en cuando. Suenan voces anglosajonas en un "jukebox" escondido tras una cortiña de años que han pasado sin que uno se diera cuenta de qué ocurría. La vida es eso que pasa mientras tú haces planes para el futuro, dijo John. John era un broncas de cuidado, pero encontró el hilo de una luz que conducía al futuro. Aunque no se puede decir que lo supiera. Su jefe sí sabía.

He hecho una foto hermosísima, pero no voy a dejar que ningún especialista me dé su veredicto. Lo sé y me basta. Hay tanta alegría y tanto amor en esos ojos que se podría limpiar la conciencia del mundo en estos seis mil años de historia. Ella era así, y será así siempre.

El tabaco es el mejor anestésico del universo. Uno cree enseguida en las propiedades milagrosas de esas corrientes que salen de los pulmones extrayendo las bilis interiores, los restos del naufragio ya crónico, el recuerdo de aquella bofetada injusta, la mirada de desprecio de ella, la que te amaba. El humo del cigarro marca el ritmo ideal de la vida. Dos que fuman siempre se besarán mucho mejor. Las mujeres fuman porque les gusta, no porque tengan fijación con el sexo oral. Ya te gustaría, so mamón... 

No se escribe para aliviar el hambre del mundo. De justicia, digo. Se escribe para llenar un vacío de un papel en blanco que es el perfecto retrato del mundo de ese que escribe. Su historia y su epitafio. Se escribe para escapar del último minuto y también del minuto anterior. Ese que ya se fue sin despedirse, qué puta manía de no comportarse con un mínimo de educación...  


Algunos grandes escritores se pasaron la vida corrigiendo su propia obra y uno se pregunta que sentido tiene semejante cosa. O qué sentido tiene coleccionar sellos. O escribir cartas. O masturbar a tu amante mientras ella lee una revista de cotilleos y de vez en cuando te corrige. Más fuerte, más abajo, con calma... 

Lo mejor que te puede pasar es que, al final, te bese. Lo peor, también.