26 de octubre de 2015

Pseudo-ensayo y disquisición

Sin ninguna animosidad, pero muy claramente, te lo digo. Escribo para mí, no para ti. No te lo tomes a mal, tampoco sé muy bien por qué lo hago. Probablemente porque quiero demostrar que este mundo podría ser algo menos absurdo, más dulce con los pequeños, más fuerte con los poderosos. Porque me gusta pensar que la dulzura es el arma de los que piensan con el corazón. Créeme, la cabeza está ahí para ponerte por delante de los demás y, sólo a veces, por encima de los demás. O por debajo, que es lo mismo, perdona esta inútil muestra de cinismo.

Todo cambia. Siempre. Siempre y nunca son dos palabras terribles, de un alcance tan pavoroso que de hecho no llegamos a entenderlas. Pero a veces, efectivamente, ocurren. Siempre vas a cambiar, no te engañes. Y pobre de ti si no lo haces, porque entonces será infinitamente peor. Serás reo de ti mismo, tu ser como tu propia cárcel. Huye de eso mientras puedas, amigo ...

Alguien debería colocar esa frase encima de la pizarra del colegio, en medio del altar, en la oficina, en los pasillos de los burdeles, en el refectorio de la cárcel, en los cajeros de los bancos, en el cuarto de baño, ese lugar que nadie podrá evitar jamás. Será por algo. En el ataud no será necesaria, salvo para los vivos. Ponedla pues a la entrada de los tanatorios. Es la única verdad inmutable. Todo cambia. Siempre.

Pero a lo que iba... No intento impresionarte, sólo aliviar esta distancia que produce el hecho de que tú y yo seamos dos extraños. Diferentes, distintos, separados, lejanos por muy cerca que podamos estar. Dos y no uno, aquí sólo sirve la resignación. Sólo invitándote a entrar en lo más íntimo de mí puedo aliviar esa angustia, y he de hacerlo mediante estos signos que te autorizan (es más, ¡te obligan!) a penetrar en el rincón donde habitan...iba a decir mis pensamientos, pero no... Ahí está la cosa, es mucho más. Piénsalo bien, no es tan "normal". Ahora estás dentro de mí, y ya quisieras que fuera sólo sexo. No, amigo, no... no es eso.

Voy a lo importante. Ya que te dejo entrar (o te obligo, de acuerdo...) ten la delicadeza de tomarte el trabajo de saber bien donde estás. Escarba con la vista en los rincones, tómate tiempo. Ya que estás dispensado de la más mínima responsabilidad sobre estas cuatro paredes, qué mejor que escudriñar incluso en los rincones más remotos... Quizás encuentres un tesoro en cada una de las pequeñas cosas. Fíjate bien, tócalo todo, aproxima incluso ese apéndice que te ha crecido sobre la boca, que para algo ha de servir...¡Huele, joder! ¡Huele!

¿Te has fijado alguna vez en lo bien que huele una buena biblioteca? Esa mezcla del polvo inevitable con los líquidos de limpieza es más potente que las drogas, amigo... Pero lo mejor nace dentro, en las líneas donde forman (¡demasiada disciplina!) las letras. Ahí existe algo más que perfume. Es la historia de los hombres, fíjate bien. Últimamente, también la de las mujeres. Ahhhh!... ese es otro olor, ¿te has dado cuenta?

No. Ya sé que no. Por eso me tomo la molestia de decírtelo. No apures la lectura. Lee como las abuelas toman la manzanilla. Por la boca y por la nariz. Lee por la punta de los dedos, como los ciegos. Lee con la lengua y con los genitales, pero sin prisa, porque en cuanto apures el paso dejarás de observar los objetos pequeños, los conceptos pequeños, las dulzuras microscópicas de lo aparentemente insignificante.

Y, ya para acabar, no creas que te lo cuento todo. Si te he dejado entrar en este santuario, no va a ser todo fácil. Practica con humildad y verdadero cariño esta comunión conmigo. Construye aquello que no he explicitado, porque lo he hecho así en la convicción de que ni el mismo Pessoa es tan especial. Cuando lees construyes, es más... lo que lees ya deja de ser mío y es tuyo. Es hermoso. Cada interpretación, una obra nueva, un libro que no se acabará jamás. Y al que nunca han de dar uno de esos premios que alguien (que casi nunca escribe) aprovechará para llenarse el bolsillo y el ego... ¿Se puede pedir más?

Allá tú si decides no aprovechar la oportunidad. Yo te he advertido.

6 de octubre de 2015

Mercurio

Llueve ligerito, gotitas menudas y sabias que caen sin hacer ruido, como jugando. El verano tiene ahora un algo de provisional, un eco de timidez en las miradas, esa cierta languidez de las cosas que saben que no vivirán mucho. Es extraño el hecho de que rara vez somos conscientes de habitar un planeta. Esa debe ser la razón de estas nostalgias de la lluvia, del lamento del viento o el bramido incansable del mar. Cómo no iba a estar furioso...

Te eché de menos hoy en mis sueños. Tú eras mi lluvia y mis céfiros y mis albas ansiosas, animales... La que iluminaba el lado oscuro de mi vida oscura y me ofrecía un auto-retrato lleno de colorido cuando el reloj ya va hacia el mediodía y no me acuerdo más de aquello que fue.

Así llovió esta noche, silente y cálido... O será que así lo soñé mientras hurgaba tus rincones en mis sueños turbios, faltos del puro azul que era (¡¡¡y es!!!) tu mirada. Esa debe ser mi penitencia...

A punto de amanecer, no queda ni rastro de esa catarata de minúsculas partículas inocentes, transparentes, livianas, limpias... Y ahora recuerdo que era así como llorabas. Ni un ruidito triste... Sólo un rocío continuo en los ojitos mustios... Ese fue mi pecado.

El sol se precipita y Mercurio se confunde con la luz, que ya vence. Pero cómo brilló mientras llovía...



5 de septiembre de 2015

Nazaré

No todo ha de salir bien siempre. Eso es la perfección y la perfección es un asquito. Sí o sí? Es mejor encontrarse de vez en cuando con el lado malo de las cosas, que todas lo tienen.

- Esto parece una cárcel (noséqué)ana, ¿no? - dijo ella. Y yo pensé... coñe, ¿de qué las conocerá? Pero como no era momento para polémica, me limité a escudriñar por las esquinas. No había cucarachas noséquéanas, ni colillas noséquéanas ni mierda noséquéana en general. Hay que reconocer que la estructura del edificio daba para pensar en esas películas de fugas de presos.

Algo tétrico el edificio...


El muchacho que nos alquiló la celda, quiero decir la vivienda, nos advirtió que los plomos podían saltar. Y saltaron nada más encendimos dos fuegos de la vitro. Bueno, pos las patatas primero y la cebolla después. ¿A que somos listucos? Esa noche descubrimos que los perros se comunican ladrando y no tienen un horario particularmente cívico. Ladran cuando les sale de allí. Punto.Y por si todo eso no fuera poco, no hay wifi. La hemos cagao. Paciencia.

Al día siguiente bajamos al pueblo desatendiendo el consejo del muchacho antes mencionado: "Yo no bajaría en coche porque no hay donde aparcar". ¿Sabéis el chiste del gato que se fue de putas? Bueno, pues lo mismo. Después de muchos polvos, quiero decir de muchas vueltas, decidimos largarnos. ¿A dónde? Fácil de adivinar: a un sitio donde tampoco se podía aparcar, jejeje... Creo que acabamos en una playa preciosa donde no había un puto chiringuito, la arena tenía el tamaño justo para machacarte los pies y olvídate de una sombra. Ese día volvió a nuestra memoria la utilidad del bocadillo. Genial invento. De vuelta descubrimos que no todos los pajaritos duermen en un nido. Este, como veis, lo hace encima de una caja de fusibles (digo yo que será eso...) y tan fresco. Un placer ver correr cada noche a mis acompañantes, como si ahí arriba habitase el mismo conde Drácula, jijiji.

El pajarito que dormía fuera del nido.


Suerte que Portugal es un país lleno de historia y arquitectura y que existen los coches. Lógico, no íbamos a ir en patinete...Batalha, qué maravilla de monasterio. Leitão noséqué... qué maravilla de camarera. Aquí está la clave del asunto, señoras, señores. La vida es otra cosa si la risa anda alrededor. Eso es lo que nos salva siempre.Le pedí a la moza "uma imperial e uma taça de vinho verde". Me comí el "e mais", así que ella entendió "uma imperial em uma taça de vinho verde". Ya comprenden ustedes que servir una caña en una copa de vino se hace difícil. Ahí renacieron las risas que nos salvan.

M es eso que llamamos "una aventurera". Así que si ve un castillo en medio del Tejo, no queda otra que ver el jodío castillo. Y de buena gana, porque a los que no somos aventureros, también nos gustan a veces las aventuras, jeje...
Castelo de Almourol

 Antes pasamos por un lugar bien particular donde sirven comidas exóticas. Ella mantiene que el dueño del local no es de este mundo. De hecho cree que quería abducirla, y es cierto que no le quitaba ojo. Mi teoría es que el hecho de interrumpir su explicación gastronómica con un "¡Traiga pan!", no debió de gustarle un pelo al buen hombre, y menos en tan trascendental momento. Digo buen hombre porque me trató muy bien desde que, desdiciéndome, reclamé un poco de picante del que él mismo elabora. Con qué hermosa sonrisa recibió el "Mudei de opinião...". Ahí aprendí que el picante se administra como la pintura. Se extiende con generosidad y después se toman cantidades minúsculas. A menos que quieras arder, majo, tú verás... Para no perderse la decoración, como veis.

El local del abductor de cántabras
S mantiene que debe ser de Goa, antigua colonia portuguesa en territorio indio. Todo indica que tiene razón y los dos tipos de picante que fabrica el extraterrestre apoyan la teoría.Uno indio, otro africano. Los dos altamente peligrosos. También fabrica unas empanadillas a las que hay que introducir limón por un agujerito que has de practicar con los dientes. La supervisión de la operación por parte de este buen hombre tuvo su interés. Menos para M, que pensaba que seguía intentando entrar en su cerebro...

En las fotos parecía señorial el castillo de Almourol. Y el Tejo no es poco río... siempre que lleve agua, que no era el caso. Se puede pasar a pie, pero tienen una barquita para los Indiana Jones de turno. Así que pagamos la jodía barquita. Doscientos metros de razzia a tocateja. El barquero despierta nuestras sospechas cuando habla de recogernos en media hora."¿Media hora sólo?". "Meia hora já da, pode acreditar". Otra salva de risas. Y sí, tenía razón. Son cuatro piedras con un camino de subida y el mismo de bajada en medio de un calor torrencial. Pero eso sí, le ponen el letrerito de "Salida de emergencia", los muy cachondos. También ponen letreritos de "zona peligrosa" que son una auténtica invitación para la peña de más de setenta. Van como locas...

La vieja temeraria

Nazaré es un lugar que en realidad comprende cuatro localidades distintas. Praia de Nazaré, Sitio da Nazaré, Rio Novo y Pederneira. La playa recuerda mucho a cualquier localidad turística del mediterráneo. Las mismas aglomeraciones y cierto encanto en las callejas que suben hacia el interior, si no fuera porque hay demasiados coches y muy poca atención del municipio.

Praia da Nazaré
 El Sitio es otra cosa, más amable y lleno de rinconcitos deliciosos, siempre que te apartes del centro,pero tampoco da para mucho porque es bastante reducido.

"O Sitiado", en el Sitio.
Y si te bajas al faro podrás ver (además del lugar donde nació esa famosa ola de 30 metros) la Praia do Norte, que es una auténtica preciosidad. 

Praia do Norte
A la dichosa ola hay que echarle en cara, hay que decirlo, el hecho de que no quede ni rastro de las barcas con que pescaba esta gente no hace tanto. Todo parece reducido al turismo.


Nazaré en plena actividad pesquera
(Mensaje para navegantes: a esto conduce el desmantelamiento del tejido productivo, no es una casualidad. Redúcelo todo al turismo y mañana pasarás hambre sí o sí. Lo que yo te diga).

En resumen, quizás sea buena idea fuera de temporada. En el verano, no lo es. Y sin wifi ni medios cibernéticos a los que todos estamos ya acostumbrados no queda otra que canciones como esta, que me ha parecido una genialidad. ¿O no?

http://www.goear.com/listen/b1a710e/el-orinalin-eme-susana


En los alrededores no debe uno perderse Batalha, que básicamente es su monasterio. Es enorme en cualquier sentido, una de esas joyas arquitectónicas imposibles de valorar adecuadamente.

Mosteiro de Batalha
No muy lejos está Alcobaça, con otro monasterio de tamaño colosal. Sólo que Alcobaça no es sólo su monasterio.

Mosteiro de Alcobaça

Tumba de Ines de Castro.
Si Nazaré hacía pensar en cierdo descuido de lo público, aquí se tiene la impresión contraria. Un lugar de espacios abiertos, limpio, cuidado,  y con rincones de auténtico encanto. Sólo a esta gente se le acurre llamarle a un espacio verde "Jardim do amor". Y si eres de Galicia y quieres comprobar que Inés de Castro no era una leyenda, este es el lugar. Su sepulcro se encuentra enfrentado al de Don Pedro, en medio de una de las naves.

La historia es relativamente bien conocida, por lo que ha tenido de icono universal del romanticismo como imagen arquetípica de los amores imposibles, aunque también ha sido silenciada por otro tipo de razones. No en vano se dice siempre que doña Inés es más conocida en Portugal que en su propia tierra, que parece que fue la zona de A Limia - Monforte, en lo que hoy es la zona sur de Galicia. De mi propia cosecha y bajo mi propia responsabilidad, añado que las derrotas tienen siempre sus
Leyenda al pie del túmulo
 consecuencias, y dejamos aquí el tema porque no viene al caso.
Con todo, reconforta saber que las historias de amor tienen continuidad a través de los siglos, que no todo son las trampas y mentiras sobre las que al final se edifican los grandes imperios. En fin... terminando con Alcobaça, sólo le veo un problema.¡Las palomas son de un descarado que la flipas! No se les puede reprochar. Se han acostumbrado a la comida fácil que  representan los restos de la pastelería. Y si algo hay en Portugal, no lo dudes, son pastelerías.

Queda para finalizar una imagen de la vuelta, con comida y descanso en Vila Nova de Gaia, justo al lado del puente de Porto, en un ambiente genuinamente cosmopolita donde se debe tener cuidado a la hora de aparcar, porque es fácil que tengas que subir hasta el nivel del mismo puente antes de encontrar por donde salir. Y entonces te topas con que la máquinita estaba justo abajo de todo. Cosas que pasan.





Porto, desde Vila Nova de Gaia


¡Menos mal que nos queda Portugal!

14 de agosto de 2015

Perplejidad


La pescadera no le dirigió la palabra. Se dijo que siempre había sido un poco extraña. En la carnicería se encontró con una amabilidad como forzada, y pensó que tenían más tarea de la que podían atender.
La rubia de la caja central la saludó como si le resultara simpática, empaquetó todo con una rapidez inusitada y hasta le deseó un feliz día. Le dio las gracias y se notó la voz extraña. Será el frío, pensó.
Afuera la esperaba el tipo fortachón que hacía guardia cada día con la mano extendida. Contra su costumbre, metió la suya en el bolsillo, extrajo las monedas pequeñas y se las entregó examinando discretamente su expresión cautelosa.
Cuando llegó al portal, al levantar la vista, justo después de extraer las llaves, la bolsa se precipitó al suelo con un ruído sordo y la mano quedó suspendida en el aire como si alguien hubiera detenido el paso de las horas.
La puerta se abrió de nuevo, súbitamente, dando paso a Celia, la del quinto, que observó un instante las mercaderías naufragadas en la acera y se alejó enseguida como temerosa, sin saludarla.

Y mientras la puerta se cerraba lentamente, centímetro a centímetro, confirmó su aterradora impresión de un instante atrás. El cristal reflejaba la imagen perpleja de una perfecta desconocida.

(Imagen: Dafne, de Apolo y Dafne - Barnini)

28 de julio de 2015

La via enérgica


- Véns molt per aqui tu?       
- Clar... jo visc aqui
- Ahhhhh... ja em semblaba
- I tu?
- Jo també...
- Ahhhh... sí que em sones, sí...
- I el veí de baix?
- De baix?
- Sí, de baix de tu...
- Ahhhhh... aquest?
- Sí, aquest...
- Està canonitzat
- Canonitzat?
- Exacte!
- No'm diguis...
- Et dic...
- Ahhhhhh ...
- I plé de colesterol, saps? De peus a orelles, una cosa mala, tu...
- Ahhhhhh ....
- T'ha quedat clar o vulls una comunicaciò per via administrativa?
- ...

Traductor
http://servicios.elpais.com/traductor/index.html?tl=es&sl=ca

El "Galeta" es un gato catalán muy celoso de sus cosas, aunque el competidor sea su propio reflejo. Ya quisieran otros... La foto es cortesía de Angels. Gràcies, noia!


2 de enero de 2015

De guerras anunciadas



Acomodó las nalgas a la tapicería de cuero perfumado. Elevó las gafas con la punta del índice y tomó otro de aquellos caramelitos blancos con la otra mano, tosiendo involuntariamente. Enseguida supo que se repetiría una y otra vez. Así que abrió el bolso y extrajo un cigarrillo mentolado escuchando, también involuntariamente, el reproche acostumbrado. Nada para calmar la tos como aquello que, justamente, la causaba. Pensó que la vida era un disparate descabellado y después se reprochó mentalmente aquella obviedad. Observó la llamita azulada y paladeó el gusto ácido del cigarrillo, antes de que el aire se llenara de volutas, azules también.

Maliciosamente, sonrió cuando el humo se desplazó hacia el origen del reproche mientras el auto tomaba una curva a la derecha. Se le abrió la sonrisa y no lo supo. Después, el manotazo previsible provocó corrientes azules de formas suaves y caprichosas. Siguió sus evoluciones unos segundos y después hizo bajar el cristal un par de centímetros. No necesitaba la paz, pero sí el silencio. El silencio, pensó, era lo único de lo que no podría prescindir.

Se asió a la puerta cuando el auto tomó una curva rápida y acomodó de nuevo las posaderas. Transitaban bajo un cielo de hojas verdes y ramas entretejidas por una mano experta. Al fondo del túnel vegetal, la llamarada del sol provocaba una cierta sensación de irrealidad. A punto de entrar en la penumbra fresca, un carro tirado por dos vacas casi somnolientas. Delante de ellas, un hombre joven con una vara larga extendida entre los hombros, sirviendo de apoyo a los brazos fibrosos y bronceados. Lo contempló despacio mientras el coche aminoraba rapidamente la velocidad. El apolo, allá afuera, ni se molestó en comprobar si quedaba sitio para la abrillantada carrocería venida de otro mundo. Subitamente, se sintió prisionera de una sensación casi animal, pero hermosa al mismo tiempo.

No encontró la palabra ni se preocupó por ello. Sólo siguió mirando el cabello descuidado y negro, las manos largas, el rostro ennegrecido por la sombra de la barba escasa, el vuelo de la camisa abierta sobre el vientre tenso y broncíneo. La frenada la lanzó un poco hacia adelante. Se irguió y mantuvo la mirada cuando se cruzó con el de afuera. Un segundo, dos, tres, cuatro... Cuando decidió quitarse aquellas gafas que casi le cubrían la cara, ya era tarde. Mientras recobraba su posición original, repasó las curvas grasientas de una papada blanca como la nieve, enmarcada entre la camisa blanca  y aquellos rizos entrecanos preñados de gomina de su acompañante. Aquello la obligó a volver de nuevo la cabeza para ver como el apolo se alejaba mostrando la espalda geométrica. Observó su paso reposado y el mal estado de los tejanos caídos, apenas sujetos con un cinturón de cuero. Encontró hermosa la obscenidad que casi se abría paso en su imaginación y, sin dudarlo, se situó en medio de la escena.

Decidió recrearse en la fantasía mientras su imagen se perdía en la penumbre vegetal, se echó el cigarrillo de nuevo a la boca, suspiró una gran bocanada del gas azul y perfumado y lo exhaló con energía justo cuando giraba en el asiento. El silencio se quebró abruptamente. La paz, también.