6 de octubre de 2015

Mercurio

Llueve ligerito, gotitas menudas y sabias que caen sin hacer ruido, como jugando. El verano tiene ahora un algo de provisional, un eco de timidez en las miradas, esa cierta languidez de las cosas que saben que no vivirán mucho. Es extraño el hecho de que rara vez somos conscientes de habitar un planeta. Esa debe ser la razón de estas nostalgias de la lluvia, del lamento del viento o el bramido incansable del mar. Cómo no iba a estar furioso...

Te eché de menos hoy en mis sueños. Tú eras mi lluvia y mis céfiros y mis albas ansiosas, animales... La que iluminaba el lado oscuro de mi vida oscura y me ofrecía un auto-retrato lleno de colorido cuando el reloj ya va hacia el mediodía y no me acuerdo más de aquello que fue.

Así llovió esta noche, silente y cálido... O será que así lo soñé mientras hurgaba tus rincones en mis sueños turbios, faltos del puro azul que era (¡¡¡y es!!!) tu mirada. Esa debe ser mi penitencia...

A punto de amanecer, no queda ni rastro de esa catarata de minúsculas partículas inocentes, transparentes, livianas, limpias... Y ahora recuerdo que era así como llorabas. Ni un ruidito triste... Sólo un rocío continuo en los ojitos mustios... Ese fue mi pecado.

El sol se precipita y Mercurio se confunde con la luz, que ya vence. Pero cómo brilló mientras llovía...



1 comentario:

Anónimo dijo...

Esa lluvia, esa lluvia... La que yo tanto adoro y que no sé por qué, se resiste, sin embargo es siempre placentero dejarse llevar pos sus caricias escondidas entre las gotas.

Bicos