28 de junio de 2007

Dualidad


Este es un mundo de pasillos infinitos donde sólo es posible orientarse gracias a algunas escuetas indicaciones. Deben estar hartos de que se estropeen porque han terminado por envolverlas en plástico transparente y soldarlas a las puertas y a las paredes con papel adhesivo. Aún así, a duras penas consigo saber a dónde voy.

Es también un mundo de extremos. De silencio a veces. De rumores que se arrastran discretamente por las esquinas siguiendo los rotundos ángulos de las paredes, por los suelos abrillantados y los techos artificiales y blancos. Otras veces el silencio muere a manos de voces urgidas por la necesidad o la prisa. Aquí hay ángeles y demonios. Seres de una paciencia inagotable que siempre encuentran una solución y otros envueltos en un hastío absoluto, tan rigurosamente diferentes que terminas por preguntarte cómo pueden formar parte del mismo mundo.

Aquí la realidad se impone de una forma tiránica, aprovechando la más mínima oportunidad para pasarte por las narices su propia e infinita suficiencia. Lo normal es ver expresiones perdidas, ojeras de días y andares cansinos en quienes vienen de fuera. Y gestos dominantes, concentrados y casi siempre indiferentes (sé que parece una contradicción) en quienes se ganan la vida dando la vida ... cuando pueden.

Eso es lo más extraño. Se diría que todo lo que ves es un ejército incontable de hormiguitas con uniformes blancos o verdes deambulando en busca de esto o aquello. Sólo cuando te acercas a algún ser desvalido y agónico percibes la verdadera razón de ser de esta trama confusa y jerarquizada hasta el extremo. La dualidad oculta en todas partes pero aquí bien presente para el que quiera ver.

Cuando sales a la calle te das cuenta de que nos pasamos la vida negando lo evidente, ocultando ridículamente la parte más inquietante de la existencia, que es, justamente, la inexistencia. La negación de todo. La nave del olvido. La tiniebla. Quiero pensar que "es" también la calma, la paz, la lluvia acogedora del tiempo que no pasa.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

unha dualidade difícil de asumir nun lugar frío envolto en branquecinas paredes e en enxordecedores silencios. Quizais a túa vida dependeu nalgún momento do que alí dentro pasase, e sabes que se hoxe camiñas e ves o sol e o ceo, é grazas a todo o que alí pasou. Pero o certo é que, ese recordo manca tanto, que se nos fai insoportábel. E é por iso que cada vez que volves a eses lugares, sentes eses olores, ou notas ese frío no corpo, parece que o teu mundo deixa de xirar e por un momento desaparcen dos teus ollos todas as mareas.
UNHA DUALIDADE ESTRAÑA que manca e salva soños!!!

Anónimo dijo...

Cruzamos una puerta, la mayoría de veces enorme, acristalada, luminosa y en un segundo pasamos de la realidad aparente a la cruda realidad, a la visión de la fragilidad del denominado ser humano, a sus debilidades, a sus miedos, sus temores y tal vez terrores...

Y ahí está, esa doña oscura, acechante, sonriente, malévola y sin prisas, siempre sin ninguna prisa... curioso verdad?