17 de septiembre de 2007

Ramón


Me gusta hurgar en la memoria. En ese baúl donde se acumulan las cosas importantes y las que no lo son aparentemente. Ahí hay ratos de la niñez, recuerdos que a veces no son tales sino fantasías que se han hecho un hueco sin pedirte permiso, imágenes de un camino, reflejos de un arroyo, sensaciones entrañables a veces, y otras veces no tanto. En ocasiones creo que la memoria es un almacén muy mal ordenado, porque de ahí pueden surgir al mismo tiempo cosas que no tienen nada que ver, retratos inconexos, momentos que parece que se hubieran extraviado y de repente se encuentran juntos inexplicablemente.

Pero no es así. Es un almacén bien dispuesto, donde todo se clasifica con cuidado y mucho esmero. Por la razón que sea, todo encaja perfectamente en ese enorme puzzle y las cosas, las vivencias, quedan en su sitio. Y un buen día, viven de nuevo, como si pensaran "hoy me apetece salir un ratito del almacén". Del almacén de recuerdos.

No sé por qué hay personas que, sin ser necesariamente muy próximas, son capaces de hacerse un espacio en la vida de los otros como si esa capacidad fuera algo inherente a su personalidad y no necesitaran hacer nada especial para conseguirlo. Conocí a un hombre así, una vez, en una pensión de Coruña. No llegamos a tener una relación muy estrecha. Compañeros de pensión y poco más. El caso es que está aquí, en algún lugar del puzzle. Se ha quedado de una forma silenciosa y entrañable y no sé bien por qué. Había vuelto de Nueva York, donde parece que pasó buena parte de su vida y hablaba en inglés de vez en cuando, con una soltura que me asombraba y con esa típica manía yanqui de comerse las tés... Decía Coul Pora....y yo tenia que ordenar las neuronas para darme cuenta de que ese era Cole Porter.

Debía andar por los setenta y más. Delgado, no muy alto. Siempre llevaba la sonrisa en el rostro, dentro de un conjunto de apariencia muy sencilla pero no falto de elegancia. No recuerdo bien su aspecto en el verano, pero el resto del año era siempre el mismo. Zapato negro, siempre brillante, pantalón oscuro y gabardina. De esas de color marfil. Una prenda muy modesta. Todo en él lo era. El sombrero también. A juego con la gabardina, con una banda quizás de color negro... no recuerdo muy bien.

Tengo una imagen suya grabada en algún rincón, parado en la acera frente a una vecina, o amiga, o novia, (decía tener muchas) con los dientes blancos asomando tras aquella sonrisa cinematográfica y riendo con los ojos también. Era de esas personas que te prestan tanta atención cuando le hablas que te sientes el centro del mundo y luego reparas en la sonrisa y te preguntas qué más te puede regalar el día. Con razón tenía tantas novias.

No era nadie importante y sin embargo a mi me lo parecía. Tenía eso que llaman don de gentes, aunque casi nunca se le veía acompañado. Quizás eso me parecía en él un detalle a tener en cuenta, porque es una de esas cosas que nadie deja de observar, pero no debía importarle demasiado. Parecía comportarse conforme a algunas decisiones tomadas de forma muy meditada en algún momento y debía sentirse muy a gusto consigo mismo. Muy tranquilo. Y tenía muy pocas necesidades. Una de ellas era tomar el sol en el invierno. Parece que le veo sentado en el banquito aquel de A Palloza, con el tenue olor de la fábrica de tabaco envolviéndolo todo.

No estoy de acuerdo con esa gente que no se cansa de repetir eso de vivir sólo el presente. Qué sería de nosotros si no tuviéramos recuerdos... Todas esas presencias del pasado toman forma y vida en el recuerdo y en él se hacen importantes e incluso cumplen una función en la vida propia. Ocupan un lugar que no puede quedar vacío.

Un recuerdo, Ramón.








3 comentarios:

Anónimo dijo...

Novamente volvemos á madalena de Proust, pero esta vez sen madalena (jejejeje).
Como boa cotilla que son, o que me deixa intrigada é cal sería o reflexo que che iluminou o seu recordo???
A min tróuxome o xardín da Palloza, cando aínda estaba alí a fábrica de tabacos. unha rapaza de abrigo branco oíndo os barcos que cheghaban, ensimismada nun soño de nubes. De súpeto tropeza nun charco que había fronte a un banco do xardín e cae toda espanzurrada. Sóbralle orgullo para levantarse e cheghar ata casa pero... nada máis. Logo rápido ao sanatario e a enxesar o codo roto (aisss). E sen poder facer o exeme de latín de 2º de carreira (porque era o cóbado dereito).
Vaia!!! o teu Ramón foi para min o anaco de madalena no té proustiano ;-)

Anónimo dijo...

Ummmm hurgar en la memoria mola¡¡, claro hasta que te encuentras con alguna cosa que tenias escondida para que no doliera, pero hay recuerdos muy gratos y hasta sabores u olores jeje. Y es cierto que sin saber porque hay personas que sin ser muy cercanos dejan una huella imborrable en nosotros...será como tu dices el don de gentes jeje.

Es importante vivir el presente porque creo que es lo que realmente se tiene, aunque no significa olvidarse de los recuerdos pasados, y menos de los buenos, al fin y al cabo son parte de nosotros para siempre. Imagino que eso se dice porque si vives solamente anclado en recuerdos pasados y preocupado por lo que tiene que venir......no vives¡¡(digo yo que será por eso).

Sabes? Estoy segura que Ramón seria un encanto de persona y con don de gentes, pero....también estoy segura de que no era del todo como tu lo veías, también tendría sus inseguridades y sus frustraciones...como todo ser humano jeje.
De todas formas....tienes razón, con frustraciones e imperfectos.....hay personas que saben hacerse un hueco en nuestra vida por siempre.
Saludos Ramón....
BesoSSSSS

Anónimo dijo...

Y así, con su forma de ser casi imperceptible, con su don de gentes, con su sonrisa "cinematográfica" y su manera yanqui de hablar, Ramón se hizo un huequito en tu mente, en ese puzzle que está bien ordenado y ahí queda, una imagen que sin conocerla se nos ha quedado en la mente tan sólo con lo que nos has contado.

Lo cierto es que la vida se nos va formando a medida que acumulamos vivencias y recuerdos. La capacidad de quedarnos más con los buenos que con los malos ya depende de cada uno de nosotros.