13 de octubre de 2008

Lo tengo todo

No necesito el rumor aparente y vano del tesoro que tantos buscan con tanto tesón, casi furiosamente. Quizás con irme conociendo me baste para llegar feliz al puerto de mis días. No sé por qué se me ha concedido el privilegio de entender que el insignificante brillo de la hierba da calor y paz. Y es suficiente.

Me basta con sentir el frío de estas gotas menudas en la cara y conjurarlo con un gesto de las manos y agradecer después tener dos ojos para presenciar esto tan grande y al tiempo tan poca cosa. Agradecerlo a ningún dios, sino al cálido azar del tiempo, que no requiere de esfuerzos ni planes ni necesita de ningún tipo de protección.

Tan sólo estar aquí y ahora, acompañado del rumor fugaz de los coches que llegan y se alejan sin prestar atención. Y olvidar el paso de las horas mientras las nubes hacen camino incansables, prestándole al día un aroma de luces estremecidas, huidizas, siempre sorprendentes.

Y al entrar en el coche atender a tu voz compañera, protestar para romper el insoportable tufillo de la unanimidad, sortear con sonrisas algún reproche que ya se ha hecho familiar y luego mirarte y sentir que no se necesita nada más para entender el mundo que un poco de paciencia.

Y mirarte otra vez. Mirarte sin descansos, sin café de las doce, sin tentempiés, sin churros, mirarte hasta mañana. Cuando por fin te fijas, te nace una sonrisa iluminada de verde ecuatorial.

Y ya lo tengo todo.

3 comentarios:

ababoll dijo...

Que envidia poder decir eso....

Anónimo dijo...

Y qué grandes son todas esas "pequeñas cosas" cuando nos damos cuentas de ellas, verdad? Acaba resultando que de pequeñas no tienen nada sino todo lo contrario, son grandiosas.

Me encanta (ya lo sabes) tu forma de escribir. Es todo un placer leerte.

Biquiños!!

Fauve, la petite sauvage dijo...

Ababoll, creo que todos podríamos decir lo mismo si nos lo propusiéramos. Es difícil, pero se va consiguiendo prescindiendo de las cosas que no importan realmente y dando prioridad a las que sí. Y cada uno sabe qué quiere REALMENTE.

Precioso, Xocas, preciosísimo. Hasta la foto.