13 de abril de 2010

Un tupido velo



Sabido es que la costumbre genera un manto de "normalidad" que puede ser francamente enfermizo y que el abuso ocasiona en sus víctimas un sentimiento de culpa difícil de entender si uno no está en la piel de quien lo sufre. La ocultación también disfraza de verdad indiscutible algunas cosas que, a fuerza de ser negadas día tras día, pasan por ser verdades cuando en realidad son mentiras y aún burdas.


Se ha puesto de moda el perdón en estos últimos días o meses. El perdón vende bien, es parte inseparable de la doctrina católica practicada aún por un estado que presume de laico, y parece rodear de un aura ciertamente piadosa a quien lo solicita. Suena bien eso de "pido perdón". Parece situar a las personas en el nivel de humildad que les debería ser propio cada día. Pero no conozco a ningún reo que haya burlado a la justicia sólo por demandar clemencia.


Uno se imagina al solicitante ante su víctima diciendo algo así como "Tienes que perdonarme, Toñito, porque tuve un mal momento". Y no estoy muy seguro de que Toñito se atreva siquiera a levantar la vista del suelo ante quien era a la vez autoridad y violador, porque ese es el término exacto. Seguramente Toñito reparará en el hecho de que aquellos malos momentos se repetían en el tiempo con dolorosa asiduidad, al amparo de las cuatro paredes eclesiásticas y ante la autoridad inigualable de la sotana. Toda la familia le repetiría aquello de respetar a aquel representante de Cristo y hasta se dirá que no había razón para pensar que un representante de la divinidad tuviera la ocurrencia de meterle la mano en los pantalones.


No se cuenta mucho de qué pasaba exactamente, porque quizás explicitar las verdades ocurridas entre las eclesiásticas paredes suena a sacrilegio (he ahí el real alcance del poder de la iglesia) y sólo el auto del juez, llegado el caso de que la autoridad terrenal cumpla su cometido, pone los puntos sobre las íes, porque a los periódicos les entra después una llamativa desgana a la hora de divulgar los escabrosos detalles. La causa de esta falta de diligencia son las consabidas presiones, que, de tanto como se han practicado, casi parecen ya tan normales como el cielo azul en los días de verano.


A la hora de defenderse dicen ser perseguidos como los judíos, argumentan una autoproclamada infalibilidad y en última instancia se erigen en intocables ante la justicia terrenal, porque ya se sabe que, como el monarca, tienen trato directo con Dios. Y uno se pregunta qué pensará Dios de esa mano tendida hacia el dinero o la carne adolescente de quien no ha podido defenderse del abuso. Porque el hecho es que han abusado de quienes más indefensos están ante su supuesta autoridad moral. Y lo han hecho amparándose en su condición de religiosos.


Pues bien: ya que consiguen que todo quede oculto entre piadosos ropajes, (apenas ayer se presentó en este país la primera denuncia) concedámonos al menos el llamarles por su nombre. Violadores. Así se dice. Y en calidad de tales deberían ser tratados. No sé con qué ánimo podrán llevar esto los que dicen administrar la justicia, pero a cualquier mortal se le caería la cara de vergüenza. Precisamente.

4 comentarios:

hugo dijo...

Hola Xocas:

Primero gracias por pasarte por el blosss y dejarme muy buenas observaciones acerca de las cifras.

Termino de leer tu entrada y, por una cuestión de pura continuidad o proximidad en la lectura me encuentro con la fotografía de tu entrada anterior. La flor pugna por resistir en esa grieta -o junta de dilatación- abierta en el asfalto. Lo interesante no sólo es que aparezca la flor en esas ciscunstancias, sino que la monotonía del gris que la rodea provoca que el asombro sea mayor. Ese amarillo nos reconcilia con la validez de su desafío.

Creo que algo parecido comienza a pasar en en la monótonamente perfecta y gris tierra apostólica y romanísima. Algunas verdades comienzan a resistir y no sólo se conforman con aparecer

Todos los que pasamos nuestra infancia en colegios de curas sabemos qué nos están contando.

Puedo hablar de lo que conozco o, mejor dicho de lo que conocí en mi colegio que era parte de la Obra de Don Bosco, es decir salesianos, es decir los mayores comerciantes de la educación en América Latina. Los curas argentinos a su condiciones de abusadores y violadores se le añadía la de chantajistas y públicos escarnecedores -daban a entender que tu eras maricón porque no habías cedido a sus refriegas-. Si te enfrentabas a ellos te expulsaban del colegio. Pero a toda esta cantidad de méritos hay que sumarle el contexto: eran concientemente fascistas. Sin llegar a casos de colaboración en las mesas de torturas -junto a médicos impolutos socialmente, pero que cobraban una morterada por cada crío vendido que hubiera nacido en un "chupadero" o cárcel clandestina-, no sólo eso, sino que tenían y tienen una concepción fascista de las cosas más cotidianas, una concepción fascista del mundo y del futuro del género humano.

Ahora, con una táctica acendradamente facha, Tarsticio Bettone, número dos de la Monarquía absolutista vaticana, dice que la pederastia es "un mal de los homosexuales no del celibato". En fín pongamos el ventilador delante del estercolero y así, como no podía ser de otra forma nos absolvemos y podemos continuar pontificando más que de lo divino, de lo humano que es de lo único que les interesa decir barbaridades.

Al fin se quitan el camuflage que significó el VaticanoII. La Iglesia, la verdadera Iglesia Católica Apostólica y Romana es la del cardenal Ratzinger continuador de la obra de PíoXII, otro que bendijo cañones.

Perdona la extensión del comentario, pero es que el tema dejará de ser noticia dentro de unos días y la "prensa libre" correrá el estúpido velo de siempre.

salut (...i que no falti República)

hugo

Puck dijo...

Tupido y estúpido...
Tengo un amigo que dice que la verdad siempre encuentra un hueco para dar por c*** a los imbéciles... hasta en el vuelo de una sotana ;)

Anónimo dijo...

Todo lo que pueda decirte, lo sabes de sobra verdad???

NO hay adjetivo justo que diga exactamente lo que pueda definirles mejor... La pena es que la cara de vergüenza se nos cae a los que precisamente deberíamos plantarsela a esos impresentables. Pero ya se sabe, el hábito no hace al monje, y por lo visto ahí hay más dentro que fuera...

Zeltia dijo...

O que estes confunden é o "pecado" co "delito"
Que pidan perdón polos seus "pecados", ante quén teñan ou queiran pedir,
pero que os xulguen e os condenen coas penas que establezan as leis,
como a todo quisqui

revólveseme o estómago.