1 de mayo de 2008

Lo de siempre

Estrada

Todo es parecido a como era ayer. Y antes de ayer. Y el mes pasado. Algunos árboles no han tenido tiempo de vestirse otra vez y eso es todo lo que puede pensarse como nuevo. Llevan meses pasando frío. Dentro del coche se reproducen las conversaciones de casi todos los días y la carretera, abandonada por todos ya hace ciento cincuenta años, nos guía por las mismas vueltas y revueltas que en otro tiempo recorrían los carros de vacas, con aquel quejido lastimero que se aliviaba con un poco de jabón Lagarto humedecido.

Al pueblo le han ido creciendo los defectos con el tiempo. El ruido, el desorden, la falta de espacios, la falta de luz... Lo de siempre. Me despido de los colegas y después de un par de sobresaltos en los pasos de cebra respectivos, consigo llegar a casa, donde sigo el ritual que me resulta cómodo. Si me pagaran por ello no colgaría la ropa fuera del sitio acostumbrado. Si cuelgo el bolso del revés enseguida me doy cuenta de que algo queda mal, así que le doy la vuelta como si fuera algo importante y enfilo el cuarto de baño.

Hace un tiempo que intento convencerme de la necesidad de no hacer nada en algún momento. Y no lo consigo. No sé por qué hay que aprovechar el tiempo de esta manera casi obsesiva. Pero el hecho es que me acomodo en la taza del váter con un libro en la mano después de instalar las gafas sobre la nariz. Suso (de Toro) siempre hace nacer una sonrisa. Eso es una novedad. "A posteridade é un invento dos que viven despois". Por si tuviera alguna veleidad de escritorzuelo venido a más por alguna que otra palabra amable, se me recuerda que la posteridad la viven los que no se han muerto y al creador no se le reserva ni un pedacito de pastel. Se agradece.

Con suerte tendré la oportunidad de endulzar la jornada con alguna cibernética presencia que uno desearía siempre más real pero tampoco es cuestión de quejarse porque esto también es una agradable novedad. Tiempos hubo en que el tener noticias de alguien exigía de su presencia física o de que el azar tuviera a bien dejar llegar una humilde carta que solía pasar más de cuatro vicisitudes. Pero cuando la manecilla larga del reloj roza el seis en el fondo de la esfera la obligación llama de nuevo a la puerta. Hora de ir a ver a mami.

Nuevo sobresalto en el paso de cebra de abajo, el viento que empuja la lluvia contra la camisa mal abrochada y otro artilugio mecánico que hay que poner en marcha para seguir con el ritual. Y más semáforos, ruido, impaciencia, falta de civismo... Antes de superar el último obstáculo tricolor que sólo muestra el rojo cuando llevo prisa escucho las mismas protestas de siempre del que vive conmigo, dentro de la piel. "A ver qué hace este ahora..."

Apenas son cinco kilómetros. Pero no te aburres nunca. Esto también es rutina. Badenes colocados por sorpresa, rotondas en medio del desierto, controles policiales casi en el monte, ciclistas que se creen indestructibles, dos que se comentan el resultado del Getafe con los coches parados en medio del asfalto ... Lo de siempre.

Antes de ver a mami hay que atravesar otro paso de cebra. Aquí nunca han intentado asesinarme pero todo se andará. Saludo en recepción y vuelvo a hacerlo después camino del ascensor. Este tipo es feliz. Su ocupación esencial consiste en tamborilear con los dedos sobre los brazos de la butaca. Eso demuestra que está contento. Qué suerte. Bingo el Miércoles a las 20:00. Mentira cochina. Empezarán a y cuarto como mínimo. La impuntualidad también es costumbre. Me pregunto por qué ponen el anuncio en el ascensor. Pues porque por aquí pasa todo kiske, chaval. Lógico.

Tercera planta. Salgo del claustrofóbico ascensor y enfilo el pasillo. Sé que es lógico encontrarles siempre sentados pero algunos duermen más de lo aconsejable. Mientras consumo la distancia me fijo en esa señora. Hace días que me fijé en ella, seguramente porque se parece a mi tía. Es clavadita a ella, pero más triste. Luce un buen aspecto pero se le ha detenido la mirada unos metros más allá y también se le ha hecho una costumbre. Mami ha dejado de cerrar la puerta con llave porque la han cambiado de planta y aquí ya nadie se le cuela en la habitación. Vuelve a ver la tele. En otras circunstancias diría que pierde el tiempo, pero en su caso creo que es una buena idea.

No hay novedad. Ha dormido bien y ha comido bien. Y está absorbida por sus lanas y su hacer y deshacer y aprovechar y repasar y ... Sería más interesante leer a Benedetti pero nunca le ha gustado leer. Le he colocado una persianilla veneciana que andaba perdida por ahí porque la mujer andaba molesta con el sol . Sé que es increíble pero resultó tener las medidas justas. Y está como unas pascuas. La vecina le ha dicho que le ha quedado preciosa. Charlamos un ratillo hasta que por la puerta se cuela el mensaje acostumbrado de las ocho de la tarde, más o menos. "Señoras y señores residentes, pueden pasar al comedor".

La verdad es que mi progenitora se menea mejor que bien para los ochenta tacos que lleva encima. Su objetivo es llegar abajo antes de que se acomoden del todo, porque eso supone tener que escurrirse entre los escasos espacios que dejan las sillas. Hoy no podrá ser. Bajamos seis almas en el ascensor para llevarle la contraria al letrerito que lo prohíbe y una vez abajo nos despedimos con un par de besos apresurados. Y la condenada que echa a correr como si la cena fuera a escaparse. He desistido de corregir esas manías. Es inútil. Camino de vuelta sorprendo una sensación alegre en el aire. Como si esta luz de primavera a punto de nacer iluminara esa parte juvenil que aún vive dentro. Ya que el coche es el de todos los días y el conductor también, he decidido que al menos el camino de hoy no lo será.

Miro a mi pueblo mientras lo dejo a un lado, perdido en una pequeña llanura entre montes. Ha crecido mucho y mal. Hacia arriba. Tiene los defectos de las ciudades y muy pocas de sus virtudes. "Corre que xa pararás....". Tenía que decírselo. ¿Será que me molesta que corra más que yo? Es igual, lo mio ahora es ver desfilar el espacio entre estas lineas blancas que no dejan de seguirme. Vilanova, Rubiá, A Veiga de Cascallá, Biobra, Covas... y después estos pueblitos del Bierzo, Paradela, Requejo... Esta es mi parada. Justo enfrente unas pocas casitas se dan calor como en un cuento. Jamás paso ante ellas sin regalarles una mirada aunque no sé muy bien por qué. Quizás quieran quedarse a vivir en este cachibache donde a veces consigo guardar los juegos caprichosos de la luz y las sombras.

El camino cruza la vía férrea y serpentea entre viejos castaños hasta llegar a un claro frente al río donde se han dispuesto mesas y acomodos para disfrutar del baño en el verano. No veo mis casitas hasta que me asomo a la endeble pasarela. Por si inquietara poco el ver el agua por entre las maderas maltratadas por la lluvia y el sol ahí abajo, y los cables oxidados sujetando el conjunto de vigas, tuercas y remaches , alguien haPeligro colocado una señal de tráfico en lo alto de una de las columnas metálicas. Triangular y con un borde rojo. Dentro del triángulo se adivina el contorno de un crío con una tonelada de cultura a la espalda y una compañera del otro sexo, porque es más pequeñita. En la carretera entendería que hay un colegio cerca. Aquí puede que sean los críos el peligro, vete tú a saber. O la endeble pasarela, si. Debe ser eso. Y si es un peligro ¿por qué no la han cerrado? A ver si es verdad que el peligro son los chavalillos...

Es curioso que las casitas no se dejan encerrar en mi cajita mágica. Desde allá lejos parecen casi salidas de un cuento, apretaditas unas contra otras, con una tímida columna de humo abandonando el cálido rincón de la cocina. Y aquí, a dos pasos, se han vuelto invisibles. Como en la vida, a veces la distancia es imprescindible para poder hacerse una idea clara de las cosas.

Pues si no se dejan encerrar será por algo. Podría pensar que ha sido tiempo perdido. Pero no. Hoy no ha sido un día igual que los demás. Incluso puede que de estos poquitos recuerdos nazcan unas letras que ayuden a distinguir estos momentos de otros aparentemente iguales.

6 comentarios:

viviana dijo...

Querido Xocas, pude estar en tu casa, salir contigo por los caminos que describes, visitar a tu madre, y volver por el camino de siempre pero que vivimos diferente, pues nos hemos detenido a percibir cada detalle. Gracias, No sabes como me gustaría tener tu talento para describir con detalle cada situación y sentimiento. Estas vos en lo que escribís, está tu alma, eso es lo que siento, amigo, y al leerte te voy conociendo. Cada vez que vengo observo algo diferente de ti, algo que no sabía, me sorprendes en cada texto, gratamente.
Te dejo un abrazo.

Anónimo dijo...

marabillosa rutina que nos trae os momentos mellores da vida, eses que buscamos que se repitan cada tarde ás sete ou ás 12 da noite... Ou aqueles que se repiten na nosa mente porque foron fermosamente forxados no día a día.

Anónimo dijo...

Ha sido agradable dar este paseo contigo, por fuera y por dentro.

Fauve, la petite sauvage dijo...

Encantador. En todas sus acepciones. Y tantas coincidencias, que muy probablemente no sean en absoluto las que imagines. Demasiado para comentar, mejor que guarde silencio y te aplauda o, mejor aún, te haga la ola. Yo sola.
Biquiños.

Anónimo dijo...

A menudo en las cosas de siempre están las más importantes que por hacerlas a diario las vivimos casi sin darnos cuenta... Como siempre es un placer recorrer tus letras, en todas y cada una de ellas está tu toque personal y único.

Por cierto, en mi blog tienes un pequeño "desafío" que espero aceptes, puesto que estoy convencida que será tarea fácil para ti.

Biquiños!!

Paloma dijo...

La verdadera felicidad se encuentra en la trascendencia de lo pequeño, de lo de cada día... no crees? En intentar vivirlo con ojos sorprendidos como si se tratara de la primera vez. Yo también he recorrido contigo esos momentos.

Me he podido hacer idea de la zona en la que vives pues estuve en Biobra hace unos 10 años... Casi me parece que hace ya casi una vida...

Besoss