27 de marzo de 2007

Penumbras


Me llamo Lola. Tengo 39 años. Estoy casada y tengo dos crios. Un chaval y una chavala. No tengo que decir que los adoro, claro ... es lo que diría cualquier madre, creo. Hasta hace bien poco hubiera dicho que son mi vida. Lo que pasa es que ... no sé. Las últimas veces que he soltado la dichosa frasecita he sentido como vergüenza. No es que no sea verdad ... es que ... Puede que no sea una buena idea que sean mi vida. O que la hayan sido, si ya no es así. No sé.

Ahora mismo estarán por ahí con los amigos y las amigas. No estoy preocupada, porque son buena gente y hasta cierto punto tienen las cosas claras, que es más de lo que muchas madres podrían decir. Mi marido ha salido también. A esas cosas que hacen los hombres, ya sabéis. Jugará a las cartas, se echará unas risas con los amigos, a lo mejor va al fútbol ... Supongo que me llamará a eso de las ocho. Aunque últimamente ya no lo hace.

No sé por qué me ha dado por escribir. Debería haber llamado a Concha, mi cuñada. O a Amparo, mi amiga de toda la vida, por más que últimamente no cuenta más que tristezas. Tendría que haber fregado ya, pero no tengo ganas. Me he quedado mirando al mundo por la ventana mientras termino este vasito de vino que me permito los Domingos. Debe hacer mucho calor fuera. Se está mejor en casa.

No sé por qué voy dejando las cosas. Y a las personas. Una tras otra. Tampoco sé por qué me da por pensar en esto precisamente hoy. Pero el caso es que mis pensamientos van por este camino cada vez con más frecuencia. Antes solía ... bah ... Ya estoy a vueltas con los recuerdos. "Lo alegre que era yo ...", la eterna cantinela de mi madre. Parece que unas vidas fueran repetición de las anteriores.

No me prohiben nada, no vayáis a pensar. De hecho mi marido insiste en que le acompañe. Lo que pasa es que después me encuentro entre un grupo de hombres que están a lo suyo y a veces no son muy respetuosos. Ya sabéis como son los hombres. Y tampoco soy muy amiga de andar por la casa de los demás, no sé ... El caso es que empiezo a sentirme extraña. Mira que estar escribiendo en una servilleta, a estas horas ...

Vengo de bajar las persianas, como hago cada día. Parece que se está más fresquito, ¿verdad? Pondré un poco la tele y a lo mejor echo una cabezadita. Lo malo viene después. Me da vuergüenza decirlo, pero a veces me sorprendo mirando a la calle tras las persianas, como escondida y no sé qué me da ... La verdad es que si no fuera por la compra y las cosas de casa, me pasaría la vida encerrada. El caso es que tampoco me gusta ya la vida de la calle. ¿No os parece un poco artificial? Y todos ahí presumiendo ... que si mi piso así, que si mi coche asá, que si las vacaciones en no sé donde ...

Mi hijo apareció hace un rato. Estuvo buscando no sé qué cacharro. Ya estaba saliendo cuando, no sé por qué, se puso a subir todas las persianas. Después se marchó sin decir nada. Así que tuve que ponerme a bajarlas otra vez, una por una. Se está más fresquito.

2 comentarios:

fugaz dijo...

Hay que ver, con lo bien que se está con las persianas bajadas y en penumbras, para que luego digan algunas que son rara....

Ya somos dos, así que Lola bienvenida al club.

Por cierto, es un placer leerte Xocas, cada vez más.

Puck dijo...

Genial instantánea... Puedo verla, escribiendo, la melancolía o el aburrimiento en el rostro y cierto mohín de fastidio al volver a bajar, una a una, las persianas...

Sería una gozada que se animara a dejarlas abiertas... pero... eso es cosa suya... ¿no?